EL PADRE PATA
(Ricardo palma)
Cuando el general San Martín desembarcó
en Pisco con el ejército patriota, que venía emprender la ardua faena
complementaria de la Independencia americana, no faltaron ministros
del Señor que, como el obispo Rangel, predicasen atrocidades contra la causa
libertadora y sus caudillos.
Que vociferen los que están con las
armas en la mano y arriesgando la pelleja es cosa puesta en razón; pero no lo es que los ministros de un Dios de paz y de concordia, que en medio de los estragos de la guerra duermen bien
y comen mejor, sean los que más aticen el fuego. Parécense a aquel que en la
catástrofe de un tren daba
alaridos:
-¿Por qué se queja Usted tanto?
-Porque al brincar se me ha
desconcertado un pie.
-Cállese usted, so marica.
¡Quejarse por un pie
torcido cuando ve tanto muerto que no chilla!
Desempeñando interinamente el curato de
Chancay estaba el franciscano Fray Matías Zapata, quien era un godo de primera agua, el cual después de
cada misa dominical, se
dirigía a los feligreses,
exhortándolos con calor para que se mantuvieran fieles a la causa del rey,
nuestro amo y señor.
Refiriéndose al
generalísimo, lo menos malo
que contra el presidente era lo siguiente:
Cristianos hermanos: sabed que el nombre
de ese pícaro insurgente
San Martín es por si
solo una blasfemia, y que esta en pecado mortal todo el que lo pronuncie, no siendo para execrarlo-¿Qué tiene de
santo ese hombre malvado?. Llamarse San Martín ese sinvergüenza, con agravio
del caritativo santo San Martín de Tours, que dividió su capa entre los pobres? Confórmense con llamarle
sencillamente Martín, y le
estará bien, por lo que tiene de semejante con su
colombroño el pérfido hereje Martín Lutero, y porque, como éste, tiene que
arder en los
profundos infiernos.
Sabed pues, hermanos y oyentes míos, que declaro excomulgado vitando
a todo el que gritare ¡viva
San Martín!, porque
es lo mismo que mofarse impíamente de la
santidad que Dios acuerda a
los buenos.
No pasaron muchos domingos sin que el generalísimo
trasladase su ejército al norte y sin que fuerzas patriotas ocuparan Huacho y
Chancay. Entre los
tres o cuatro vecinos que por amigos de la justa causa, como
decían los realistas, fue preciso poner en chirona, encontrase el
energúmeno frailuco, el cual fue conducido ante el excomulgado caudillo.
-Conque, señor Godo – le dijo San Martín-, ¿es cierto
que me ha comparado con Lucero y que le ha quitado una silaba a mi apellido?
En eses momento al infeliz le entró temblor de nervios, y apenas si pudo hilvanar la
excusa de que había cumplido órdenes de sus superiores, y añadir que estaba llano
a predicar devolviéndole a
su señoría la silaba.
No me devuelva usted nada y quédese con
ella- continuó el general-; pero sepa usted
que yo, en castigo de su insolencia, le quito también la primera sílaba de su apellido, y entienda que lo fusilo sin misericordia el día que
se le ocurra firmar Zapata. Desde hoy
no es más que el padre Pata; y téngalo muy presente, padre Pata.
Y cuentan que, hasta 1823, no hubo en
Chancay partida de nacimiento, defunción u otro documento parroquial que no llevase por firma fray Matías Pata.
Vino Bolívar, y le devolvió el uso y el abuso de la sílaba eliminada.